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Escalambrujos.

¡Traición, traición!

Me he pasado media noche degollando franceses por las calles de Madrid y lo cierto es que el sabor de la sangre ilustrada en el paladar me ha dejado un regusto amargo. Si bien es cierto que el pueblo ignorante y analfabeto se levantó en armas para devolver a España a un rey pazguato que a la postre la dejaría arruinada y hundida y a una iglesia a la que le interesaba más seguir manteniendo al pueblo en su pobreza e ignorancia, pero que también bailó con la más fea y se dejo querer por los Franceses, por si acaso, no es menos cierto que a uno le gustaría saber que sería de este país si la nueva Europa que traía el Siré se hubiera impuesto a esta casi medieval España. Pero a pesar de ello, el ejercito Francés no debaja de ser el invasor y eso limpia un poco mi conciencia tras haber estado buscando un hueco entre las corazas gabachas donde insertar mi navaja albaceteña hasta las cachas. Ya que, al fin y al cabo, lo he hecho por echar al imperio invasor, algo que recuerda muy mucho a lo que ocurre, por ejemplo, en Irak.

Un día de cólera, que es el libro de Reverte que he estado leyendo, me esta resultando ameno y entretenido, pero confieso que disfruté muchísimo más despachando Ingleses desde la cubierta del Santísima Trininad en la batalla de Trafalgar junto a Churruca, Gravina y Alcala Galiano y donde al menos y a pesar de todo dimos muerte al perro de Nelson.

1 comentario

t7 -

Ando dándole vueltas a este temilla...