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Escalambrujos.

El silencio de Dios y otras metáforas

He estado buscando como un loco toda la mañana Negrología, ¿por qué África se muere? para hacer un regalo, descatalogado en todos lo sítios, así que al final me he decantado por Ébano del tristemente desaparecido Ryszard Kapuscinski, un libro que creo que es imprescindible, como lo fue su autor, al que John Le Carre lo definió como "El enviado de Dios". Mientrás lo buscaba en la estantería he visto este otro, "El silencio de Dios y otras metáforas, Una correspondencia entre África y Nueva York." se trata de 130 cartas que se enviaron, sin conocerse personalmente, el periodista Alfonso Armada (reconozco que he cogido el libro al ver su nombre) mientrás trabajaba como corresponsal en New York y Gonzalo Sánchez-Terán Director Nacional del Servicio Jesuita para los Refugiados en Guinea Conakry, Liberia y Costa de Marfil. Pues bien, me he leido las dos primeras epístolas mientrás esperaba para pagar en la fila y ahí me he dado cuenta de que estaba ante uno de los libros más duros y emotivos que he tenido en mis manos, después de pagar he decido que no lo envolvía para regalo, que lo haría en casa después de leérmelo, corriendo el riesgo de que mi nula habilidad para tal menester estropee el regalo, pero bueno, ahora que lo he terminado y todavía con la emoción de su lectura en el iris y en el corazón no puedo hacer otra cosa que escribir aquí para recomendároslo.

Os dejo una de sus cartas:

Vuelvo a los campos de desplazados de Salala, en el centro de Liberia, más allá de la pequeña parte del país controlada por los cascos azules, detrás de la conciencia del mundo. Las fuerzas de paz de Naciones Unidas se han desplegado en Monrovia y sus alrededores, una zona que ya estaba en calma antes de la ofensiva de junio orquestada por los rebeldes del LURD, Guinea, y sus padrinos del norte, Estados Unidos e Inglaterra. Se ha traído la paz a un lugar donde ya había paz y se ha empujado al resto de Liberia por el labio del despeñadero, todo esto al precio de miles de muertos y refugiados. Taylor era un criminal, pero sus triunfantes enemigos no lo son menos, simplemente están bendecidos por dioses más fuertes. Mientras estamos reunidos con los ancianos en los campos de Salala, unos campesinos traen el cuerpo apaleado y exánime de un joven que dos días antes había intentado regresar a su aldea. Los victoriosos rebeldes se habían divertido sajándole las piernas, y en su espalda, con un machete, habían escrito su firma: LURD. Yo lo he visto. Más al norte, en el condado de Nimba, las poblaciones se astillan como cuadros de Pollock bajo las metralletas de los hombres armados. En esta hermosa selva exhibe su palmarés el exterminio.

Y hubiera sido tan sencillo. Cuando empezaron a caer los obuses sobre Monrovia los liberianos pidieron a Estados Unidos que, por caridad, enviara tropas a impedir la carnicería: Bush se negó. Cuando una semana despuës los muertos arbolaban las calles de la ciudad, un grupo de personas dejó ante la Embajada estadounidense los cadáveres de los niños destrozados por las balas y las explosiones, clamando por una intervención humanitaria: Bush se negó. Hay 130.000 soldados estadounidenses en Irak, en Liberia hubieran bastado unos cientos para mantener el orden. Recientemente Bush ha declarado que está satisfecho con la actuación de su país en Liberia, que ése es un buen lugar para el trabajo de Naciones Unidas. Aquí no hay petróleo. Y todos callamos y nos limpiamos con su bandera este salivazo en la cara de la humanidad.

*La foto la tomé en Guinea Ecuatorial. Hable de ella en el post La Herida.

1 comentario

Pili A. -

Ya sabía que era la hija de Gabriel en cuanto la vi, por la descripción que hiciste en su día de la misma.
Entonces lloré con tus palabras. Y es dificil sostenerle la mirada, aunque sea ¿solo? una foto, no mirar para otro lado... O como tú bien dices: "impedir que la herida se cierre"

Gracias por revolvernos las entrañas, es justo y necesario (como decíamos antes en las misas)