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Escalambrujos.

Tres turolenses en vietnam. los templos de Angkor

Angkor es un lugar mágico. Pese a los cientos de turistas que lo visitan, uno siente cierta congoja recorriendo los 35 kilometros cuadrados de su interior, algo parecido a lo que se narra en el síndrome de Sthendal.

Llegamos a Ankgor Wat a las 5 de la mañana, después de que el moto-taxi que acordáramos horas antes, al llegar a Shim reap, nos recogiera a las 4 y media. Cuando llego salgo corriendo y atravieso en solitario y a oscuras el interior del templo de Ankgor Wat. Todavía, viéndolo después a la luz del día, no se como no me mate en uno de los múltiples fosos y escaleras que tiene. Al llegar al otro lado descubro, horrores, que me he equivocado, desde ahí no podré tomar ni una sola foto del conjunto, el lago que yo suponía debía estar ahí estaba al otro lado y en la oscuridad de la noche pase junto a él corriendo sin darme cuenta. Pienso que hacer 30 días con un trípode a la espalda y no poder hacer la foto por gilipollas va a ser algo de lo que más de uno estará riéndose de mi un tiempo. Así que salgo de nuevo corriendo y atravieso el gigantesco templo por segunda vez, en él los primeros rayos del alba empiezan a incidir dentro formando extrañas y hermosas formas de colores ocres. Una sensación infantil me recorre corriendo en solitario por el interior de uno de los templos con los que uno soñaba en tardes de aventuras. Cuando llego al otro lado, del que nunca debí marchar, la hora mágica de luz casi ha terminado y cientos de personas observan el amanecer desde la orilla del lago y se sorprenden cuando un individuo de dos metros aparece con un trípode por la puerta principal corriendo como un rayo y con la camiseta empapada en sudor dirigiéndose hacia ellos.

Finalmente pude hacer unas 6 o 7 tomas antes de que la hora azul desapareciera y la luz se adueñara de todos los rincones. Pensándolo después creo que podría haberme conformado con una de los millones de fotos que hay del mismo lugar en distintos amaneceres y haber recorrido con calma y en solitario el interior del templo.

 

4 comentarios

Elisabeth -

Hola, soy una de las tias de Kenia, leo tus cronicas y veo tus maravillosas fotos, la del templo es la foto que todos quisieramos hacer, me gustan las fotos que haces y me gustaría ver todas las que has hecho en esta maravillosa aventura, hasta pronto, Eli

Elisabeth -

Hola, soy una de las tias de Kenia, leo tus cróncas y veo tus maravillosas fotos, la del templo es la foto que todos quisieramos hacer, me gustan las fotos que haces y me gustaría ver todas las que has hecho en esta maravillosa aventura, hasta pronto, Eli

Emilio güey -

BRUUUUUUUUTAL, Mateo las crónicas del viaje han sido cojonudas durante el mismo, y ahora le pones la guinda con tu carrera por el templo, con la escasa luz que debía haber y tus zancadas, alguno creería ver la reencarnación de algún rey del antiguo imperio Khmer, dispuesto a recuperar el trono...jejeje. Buen viaje de vuelta y esperamos oir tus crónicas pero con una cerveza en la mano. Salud y recuerdos para los tres enviados especiales.

JESUS -

No padezcas, no merece la pena, se empieza dandole vueltas a la foto que uno podria haber hecho y no hizo por tonto y se acaba no pudiendo dormir por haber atropellado a una gallina a destiempo, o con remordimientos por lo que uno pudo o no pudo haber ligado en aquella discoteca.

En fin, la foto siempre es lo de menos, lo que cuenta es la historia que hay detras.Grande.

Hombre, quizas con un poco menos de licor de arroz de dias atras, hubieses estado más despierto, pero total para qué, para una foto, no merece la pena.

Ale