Se acabó
Esto se acaba, el 2008 digo. Es final de año y como las cadenas de televisión me he propuesto hacer un refrito de los mejores y peores recuerdos del año. Atrás quedan las plazas de Djnema El fna y Times Square, queda la playa de Zumaia, la cascada del rió Vero y la soledad en los Ibones de Anayet quizás como los mejores recuerdos del año. Ahora, viéndolo en retrospectiva parece que han sido cuatro días, que no ha ocurrido nada, grosso modo he de reconocer que no ha sido un buen año, es el año en que los días de vino y rosas terminaron dejando un hueco en casa y en la almohada, un corazón seco y una garganta húmeda demasiadas noches a lo largo del año. Quizás, aquello que cantó Sabina de "los besos que perdí por no saber decir, te necesito", podría usarlo como banda sonora de este año. Pero de lo que estoy seguro es de que si hiciera una lista de aquellas cosas que debería haber hecho y no hice la primera de ellas sería la de haber dicho a Marta que, de ese modo extraño que tengo de querer a los demás, nunca quise a nadie tanto como a ella.
Pero probablemente también es el año en el que más he tomado conciencia de la volatilidad del tiempo y de la vida. Quizás uno medita más con esto de que en dos meses cambio el prefijo y paso a tener treinta tacos, o la jodida hipoteca y la crisis con la que han llenado de miedo, de apatía y de desilusión a toda una generación de incautos, o ver como los viejos ya van siendo eso, viejos, y que a su edad sus padres eran abuelos y que como dijo Labordeta "nunca vuelven los infinitos días de la infancia" que no es un bonito verso sino una jodida y terrible realidad. Pero lo que está claro es que gracias a esto he sacado todo el meollo a cada uno de los momentos de este año: Me gusto de igual manera el concierto de Dylan en el exilio o el de Anthony and the jhonsons al final del verano como el soporífero concierto de una tal Ora Cogan rodeado de gafapastas una noche de Pilares; saque el meollo a una noche muerto de risa, sentado en un banco a las siete de la mañana, en un barrio que se llenaba de obreros, con dos compañeros de curro que no tenían ganas ni de irse a la cama, ni de acabar la fiesta, o de las noches de soledad en casa, en las que los techos se volvían infinitos y ni los libros eran amigos.
Así pues el 2008 queda ahí, es el final de una década larga, llena de momentos espectaculares y otros jodidos, pero sobre todo es la década del aprendizaje, de mi formación definitiva como persona, en la que mi trabajo desde hace siete años en el centro de reforma es el epicentro de todo esto, pero esto se merecerá un post aparte el 16 de febrero. De momento y para el anuario de este año apunto algunas de las cosas que ya he dicho. El concierto de Dylan y aquel de Anthony que nos emocionó a todos; ver el sol escondiéndose por la Canal Roya, con el Midi de fondo, en soledad, mientras calentaba agua en un hornillo; descubrir por primera vez la cascada del Cinca junto a Pepe en el deshielo de primavera en el valle de Pineta; el atardecer rojizo que se reflejaba en la arena de la playa de Zumaia apoyando mi cabeza en las piernas de Marta; el té en las azoteas de Marrakech, y las cenas en la sorprendente Djma El Fna; el sentirse minúsculo al abandonar el metro en Times Square o la noche sobre Manhattan desde el Rockefeller Center; recuperar a Alfredo y a Sara para la causa; las fotos a Sara mirando el mar; encontrarme con Campanilla después de tantos años; las noches de póquer con el Guille y los demás; acoger a desconocidos del Hospitallity Club; leer Siddhartha en un solitario vagón de tren como hacía hace 10 años en los viajes camino de Huesca; montar en bici junto a mi tío Pepe como hicimos hace casi 20 años; el vermouth del 1º de mayo con el Rocke; la preciosa mañana, llena de rocio en el mes de agosto junto al hermano de mi abuelo y al de mi madre; las tardes haciendo fotos en la Expo; la noche de bodas en la que todos estábamos guapos como nunca antes y éramos amigos como hacía años que no lo sentía; la tarde del pañuelico en las fiestas de Teruel con los vaqueros secándose en una ventana; las muchas noches que te eche de menos y las pocas de más; las bromas junto a Pepe en el despacho; el bebé de la Mari; la pipa de la paz con Sandra; los miles de broncas, mi mala sangre con lo injusto y los golpes al ascensor; las lágrimas con Severn Suzuki; la sorpresa de última hora en forma de peluco de plástico y un corazoncito roto después; las muchísimas risas a las tantas mil de la mañana los últimos fines de semana en el pueblo; los emails desde New York; esa maldita pared; Bambino; los nuevos proyectos; el descenso del Zaragoza y Girl from the north country.
Ya no fumo y hago deporte así que para el 2009 solo me propongo viajar, intentarlo hacer todas las veces que me sea posible. Supongo que cada uno encontrará su felicidad en un sitio, yo desde luego cada vez tengo más claro que es en el camino donde esta la mía.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.
4 comentarios
Rocketón -
Por cierto que a mí, el año se me empieza a apañar cuando ya se acaba.
El lunes engancho. De comercial, pero engancho.
Que sea cierto eso de que los tiempos están cambiando.
Salud, brodel.
Emilio -
Luego lo añado, ¿fue el 1 de mayo o para la cinco marzada?
Rocketón -
Tienes un corazón que no te cabe en esos dos metros de tiparraco con los que caminas por el mundo.
Qué grande eres, chiquitín.
Te me cuidas.
Amparo -
Pero sobretodo por tus palabras
No estoy deacuerdo en que una imagen valga más de mil palabras
Depende de las palabras y las tuyas transmiten.
Te deseo que se cumplan tus deseos y seguir deseando
Un abrazo,
Amparito
Pd.- preciosa foto