Un Turolense en Vietnam. O de como acabar borracho en la choza de un Hmong Negro en mitad de las montañas de Sapa
Hoy era el día previsto para realizar el trekking, de modo que a las ocho de la mañana salimos del hotel para andar unos 16 km hacia los pueblos de Ta Van y Lao Chai, que es donde viven los Hmong Negros y los Dzao Rojos.
Todo comienza según lo previsto. La puerta del hotel esta llena de mujeres de la etnia Hmong que esperan a los turistas y que se colocan al lado de ellos cuando comienza el trekking para acompañarlos todo el camino. La práctica les dice que el roce hace el cariño y que si acompañas durante 16 km a un turista al final algo caera y terminaran por comprarte la artesania que llevan.
Asi que como era de esperar dos chicas de la etnia Hmong se colocan junto a nosotros y muy tímidas y calladitas nos acompañan al inicio del camino. Camino que es en realidad una carretera estrecha por la que no paran de adelantarnos los minibuses atestados de turistas que no quieren andar y que van hasta los poblados pagando el vehiculo. A nuestra derecha un valle impresionante de arrozales, cabañas incrustadas en las laderas y caminitos solitarios. Asi que no queda otra que readaptar la situación, las muchachas nos van a acompañar sí o sí por el camino, pero ¿por qué hacerlo por dónde va todo el mundo? Asi que de nuevo sacamos el pictionary y al final conseguimos explicarles a las Hmong que es por allí por donde queremos ir. Nuestro trekking pues se ha desarrollado entre arrozales, rios, poblados solitarios nosotros cinco y una pareja de belgas que han visto el percal y han tirado detrás nuestro los primeros km.
Cuando llegamos al final del trekking en los poblados más de lo mismo. Tiendas de souvenirs, hordas de turistas comiendo bistec con patatas en restaurantes mientras las mujeres de la etnia que los habían acompañado 16 km esperaban en la puerta. Asi que de nuevo pictionary fuera y les decimos a nuestras acompañantes que comemos en un local típico pero que ellas comen con nosotros. De repente, la mayor de ellas, que ya había perdido la timidez después de que les hubieramos comprado agua, invitado a comer de nuestra fruta, etc y que la verdad se la veía bastante feliz con nosotros. Nos dice que nos vayamos a su casa y que ella nos prepara la comida.
Más felliz que una lombriz nos vamos siguiéndola entre arrozales y empinadas cuestas por la montaña por un sendero que nos lleva hasta tres cabañas rodeadas de bambús, huertos y cerdos vietnamitas. Cinco niños sucios, semidesnudos y llenos de mocos, nos observan tímidos desde la puerta, pero como habíamos previsto el asunto cuando nos dijo de comer en su casa compramos en el poblado una bolsa de caramelos con lo que la timidez duro menos que la chuche.
La choza como cualquier choza pobre de un país pobre. Oscura, llena de humo, con un sólo habitáculo para dormir y cocinar. Pero como en cualquier choza pobre de cualquier país pobre, en cuanto atraviesas el umbral de la puerta la hospitalidad y el cariño hacia el invitado es la nota predominante.
Los niños y el marido se vuelcan en atendernos nientrás nuestra amiga recoge cosas del huerto y enciende brasas en un agujero en el interior de la choza para cocinar arroz, noodles, espinacas, huevos y tajadas de cerdo vietnamita.
El marido durante la comida no paraba de rellenarme un vaso de chupito de licor de arroz y brindis por aquí y brindis por allá, botella por aquí y botella por allá. Y una vez más se ha demostrado que el mundo se mueve gracias a las mujeres. Mientrás los dos mamarrachos hemos acabado abrazados (literalmente) dando un paseo por el huerto donde él me explicaba yo que sé sobre las espinacas y yo intentaba preguntarle si ordeñaban al cerdo vietnamita y si las tajadas que nos habíamos comido eran de la vaca. Las mujeres jugaban con los niños y compraban artesania. Compras que a estas alturas de la película ya daban igual y lo que importaba era devolverles con gratitud toda su hospitalidad.
Tocaba regresar a casa, pero eran 16 km cuesta arriba y yo no estaba para muchos trotes, así que nuestra amiga nos busca tres motos para que nos lleven a Sapa. Mi fiel amigo aparece en escena, con su casco puesto y las llaves de su moto, dispuesto a que nuestra iniciada amistad no termine allí con sólo dos botellas de licor y nuestro romántico paseo entre arrozales. Yo, ya más sereno, y viendo los chisposos ojos de mi amigo, decido que prefiero jugarme la vida en moto con un anónimo borracho en lugar de con él, al que ya consideraba como mi hermano. (frase que además le repetí en varias ocasiones aunque él no entendiera ni para de ingles durante nuestrpo feliz hermanamiento entre pueblos) y le digo con señas que él a dormir. Cosa que le pone muy triste, para escarnio y risas de las mujeres de la casa, ya que se pone a hacer pucheros y se da media vuelta para su casa, algo que, no es coña, me ha roto el corazón, ya que me he sentido como un judas.
La vuelta ha sido en tres motos, Kenia ha convencido a su motorista para ser ella la que condujera y yo procuraba agarrarme bien a mi plateado corcel de 49 cc mientrás el aire de las montañas terminaba por evaporar todo el licor de arroz.
Escribo de nuevo desde Sapa, que es como Formigal o Astun para anglosajones. Las calles estan llenas de restaurantes en los que comer pizzas, bistec o patatas fritas y bares con atronadora música donde a estas horas los occidentales se emborrachan con cervezas europeas y son rodeados de adolescentes vietnamitas que quieren aprender ingles mientrás les venden algo de una marihuana insipida. Sentado en la terraza de mi habitación pienso que hay varios vietnam, aquel que no conocemos y nunca lo haremos desde nuestro modo de vida occidental y dos paises distintos para los turistas. Uno del que ya me habían hablado y siempre mal, el de las mafias de agencias de viaje, tours organizados, occidentales con dinero y vietnamitas necesitados que acosan y rodean a estos últimos que incautos creen estar viviendo una aventura por viajar en minibus de un poblado a otro y comer fish and chips en un restaurante mientrás un grupo de ancianas Dzao los espera en la puerta. El otro vietnam es más amable, de gente simpática y acogedora. Es el que nos encontramos ayer en el mercado de Bac Ca cuando fuimos los únicos que nos sentamos a comer entre pastores de las montañas que venian a vender el ganado y jovenes que escribian cartas de amor para dárselas a las madres de las muchachas en el mercado del amor, fue el que nos encontramos en el puesto de cerveza casera en Hanoi y es el pueblo hospitalario que hemos encontrado hoy. Pero para eso hay que buscarlo, así que si eres un desconocido que has escrito "vietnam blog" en el google y has llegado hasta aquí por que te vas de viaje, que sepas que aquí todo se puede hacer por tu cuenta, se puede prescindir totalmente de las agencias de viaje. Solo hay que sonreir, cargarse de paciencia y sentido del humor.
Pd: Guillermo en mitad de esta aventura de hoy y en la choza de nuestros anfitriones he conseguido tu arpa de boca.
4 comentarios
GUILLERMO -
Nuria -
sigue contándonos
Un abrazo desde Mallorcsa
Anónimo -
Pero ¡Qué bonita foto! Aunque pienso en la espalda de mi hermana y me empieza a doler a mi
Supongo que, si no nos pones los nombres de tus nuevos amig@s es porque no los sabrás escribir ¿no?
Pero que estaré haciendo.Hoy me había propuesto no escribirte ¡qué a mi también me toca hacer la cena! Fideos chinos, que les encantan a mis hijas
No será como el cerdo vietnamita pero al menos "suena" exótico
Besos Emilio
Pili Amparo
Pd.-a este paso te da de verdad para un libro
JESUS -
"Huevos y tajadas de cerdo vietnamita". Que bien suena eso.
Ale... La foto es muy bonita, veremos los arrozales de que color los sacaste.
¿Seguro que estas en Vietnan, posteas mas y mejor y mas rapidamente que a orillas del Ebro?.