Viejos trenes que iban hacia el norte.
Ese era el título de una canción de Joaquín Sabina en el disco Juez y Parte. En los conciertos decía algo así como que "los trenes eran animales mitológicos que simbolizaban la vida, la huida, la libertad". Lo cierto es que no sé porque he empezado con esta entrada el blog, siempre he tenido tendencia a mirar hacia atrás y cuando lo hago aparece ésta estación. En ella trabajaron mi abuelo y también mi padre. Y entre los trenes, los hierros puntiagudos y oxidados y las vías pase gran parte de mi infancia. Era una época en el que el aprendizaje tenía un gran componente empírico, y en la que la rosca de los mecheros no impedía encender atronadores petardos ni nos privaba de las primeras caladas a cigarros Celtas o Bisontes.
De mi abuelo, pese a ser la persona que más he admirado en mi vida, apenas tengo recuerdos, es increíble. En cambio, mis primas, pese a ser menores que yo, son capaces de recordar infinidad de anécdotas de él. Yo solo tengo breves fotogramas que ni siquiera componen un recuerdo. Uno de ellos es mi abuelo contando cuentos y fábulas. Era un pozo sin fondo, conocía cientos de ellas. Pero yo no recuerdo nada. Es decir, el fotograma es el siguiente, mi abuelo sentado en un sillón, en su casa, y mi hermana, mis primas y yo escuchándolo absortos, pero soy incapaz de recordar que contaba, ni siquiera un día en concreto. De todas aquellas fábulas y canciones con los años y con el esfuerzo conseguí recordar una que decía así: "Escalambrujos come la zorra, le pica el rabo mueve la cola." Los escalambrujos son el fruto del rosal silvestre, si buscan en la wikipedia lo encontraran como Escaramujo. Además de para hacer mermeladas y formar parte de tesinas, sus semillas producían un desagradable picor al contacto con la piel, por lo que solían acabar con frecuencia en el cuello de la camisa del compañero que tuvieras delante de tu pupitre. La sonoridad de la palabra y su componente etnográfico me animaron a ponerla como título del blog.
Otro de los fotogramas que componen los recuerdos de mi abuelo es el interior de una cabina de tren. No recuerdo cuando, ni con quien, ni por qué, solo tengo dos fotogramas, uno es el de un cuadro de mandos lleno de botones circulares y otro es el de un tren de color plateado que a mi me parecía modernísimo pero del que tampoco tengo recuerdos de verlo circular en otros momentos.
De mi abuelo en esa estación ya no tengo más recuerdos, ni siquiera los tengo de mi padre allí. En cambio si que recuerdo con claridad como hace once años mi padre me acompañaba por primera vez a coger otros trenes que también iban hacia el norte. Eran días fríos y tristes, esperábamos a ver aparecer en el horizonte la luz del tren. Me encanta los colores de esta tierra en el otoño. El frió extremo de Teruel, sus horizontes infinitos, su soledad inmensa le confieren un halo mágico me a mi siempre me ha fascinado. Yo siempre estaba en silencio en cambio mi padre no paraba de darme consejos. Él, mi abuelo, mis tíos, mi madre, mi perro, mi gato, mi hámster, todos, depositaron sus esperanzas académicas en el primogénito, es preciso matizar que los defraudé a todos.
Yo aquellos días me sentía como el protagonista de El camino de Delibes, era desolador. Sentía una perdida enorme, un vaciarme por dentro. Rompía con mi pasado, con todo lo que me había forjado. Hoy, cada vez que repito el ciclo de subirme a uno de esos trenes que me llevan a Zaragoza, vuelvo a embargarme de esa sensación. Veo a mi padre envejeciendo en el andén y al adentrarse el tren en la oscuridad de la noche y verme reflejado en el contraluz del cristal ya apenas reconozco en mi a ese niño que jugaba entre las vías. Ésta estación tiene dos elementos contraproducentes, por un lado es anclaje de recuerdos y por otro es punto de fuga, de perdida, en ella se disuelven mis raíces, mi niñez y mis recuerdos.
El tren pasa junto a la casa en la que crecí de niño, a ella también asocio un fotograma. En su fachada había un rosal repleto de rosas y casi siempre puedo recordar con nitidez a mi madre, veinte añera, junto a él. Los trenes son animales mitológicos, sin duda. Pueden ser corceles alados que te trasporten a la libertad o desagradables monstruos que remuevan con su traqueteo el corazón haciendo aflorar los recuerdos.
Mañana más.
7 comentarios
escalambrujos -
rodolfo chikilipepe -
escalambrujos -
Bruno -
Frase a frase, palabra por palabra iba sintiendo y compartiendo tus sentimientos profundos cual abismo lunar.
¿casualidad? o una la vez mas la mano del destino nos convierte en ilusorios títeres de la insoportable levedad del ser.
Por favor permiteme conocer el rostro carnal que tras la escritura se refugia.
A tus pies humillado tu recien estrenado compañero intimo. Seguiremos en contacto. Manten tu luminosidad que me permite ver el camino.
Emilio güey -
er jille -
Bueno.. .será el único blog que visite con regularidad... pero prefiero que me cuentes las historias con una cervecita en medio... el día que no quedemos porque tengas que escribir en tu blog porque tengas 100000000000000 foolloweeeerrrs caducará el carné de amigo... jajaja
Pela -