Aquel 11 de septiembre.
En el centro donde trabajo los crios suelen editar una revista cada varios meses. El año pasado me tocó a mí escribir la editorial. Hacía una reflexión (un poco ñoña) sobre el 11-s del 2001, día en el que yo me encontraba haciendo la entrevista de ingreso para el puesto de trabajo. Aquí la dejo:
El 11 de septiembre del 2001 el mundo entero miraba asombrado como ardían en llamas los dos edificios más imponentes del mundo occidental. Ese mismo día, sentado frente a una gran mesa de madera, yo observaba ensimismado la televisión que se hallaba detrás de la persona que, frente a mí, realizaba preguntas sobre mi Currículum Vitae. Sobre el tablero de la mesa un puñado de fotografiás esparcidas mostraban el interior del centro que había ardido un mes antes. Se veía en ellas un pasillo largo, con seis puertas de hierro en uno de sus laterales y una ventana enrejada al fondo del pasillo, las paredes y los techos estaban negros por el humo. -"¿Te da miedo esto?" preguntó la persona al otro lado de la mesa señalando las fotografías. -"¿El qué?" le respondí sin poder apartar la mirada del televisor que me mostraba como uno de aquellos rascacielos en llamas se desmoronaba sobre la sólida base del mundo moderno.
De vuelta a casa, por la emisora sintonizada en la radio del coche, los profetas vaticinaban el comienzo de una nueva era, un cambio de orden mundial. Nada cambió, solo el inicio de los noticieros, en los que cada día las cifras de muertes aumentaban. Datos sin rostro que ya no revuelven ninguna conciencia. Sin embargo, para mí, aquel septiembre lo cambió todo. Tres meses después recibí una llamada en la que me comunicaban que había una plaza vacante en el Centro de Menores, que podía incorporarme a trabajar.
Pasado aquel mes de septiembre Estados Unidos comenzó a descargar bombas sobre Oriente Medio. Nada sabíamos de aquellos sobre los que caía el fuego que vengaba los muertos de Nueva York. "¡Son sanguinarios!", decían los telediarios, ¡"Son feroces guerreros de las montañas!", decían las emisora de radio, "¡quieren acabar con nosotros!" decían los periódicos. No sabíamos nada. No había niños, ni madres, no había escuelas, ni libros, ni cultura, no había música en aquellas tierras. Solo hombres armados sobre los que devolver el fuego de aquel septiembre. Mientras tanto, cuando yo comunicaba mi nuevo destino me decían: "Son peligrosos", "son delincuentes", "son vagos", "merecen que los castiguen". Nadie veía los niños, nadie veía la soledad ni el abandono, ni las risas, ni los juegos, las bromas o los abrazos.
El otro día encontré aquellas fotografías del centro quemado que me mostraron el día de mi entrevista en un cajón de mi despacho. Han pasado seis años desde aquel día de septiembre y el mundo occidental sigue lanzando bombas sobre lo que desconoce y teme. Y cada vez son más los muertos y más los fuegos: Irak, Líbano, Palestina, Cachemira, Madrid, Londres. Mientras esto ocurre nuestros menores nos han enseñado a conocerlos. Lo han hecho a través de los conciertos que han ofrecido, de las esculturas que han modelado o de los cuadros que han pintado. Lo hacen cada vez que van al campo, a un museo, o al cine. Cada vez que se inicia un curso escolar o cada vez que uno de ellos inicia con ilusión un nuevo trabajo.
Ahora hace un año que inauguramos este nuevo centro, en septiembre. Y es de nuevo en este mes cuando lanzamos un nuevo número de nuestra revista. En la que los chicos y chicas de este centro nos enseñan a través de sus historias, de sus dibujos, de sus poemas, sus bromas e inquietudes a conocerlos un poco mejor y a descubrir lo que en el fondo son: simplemente niños.
Tengo ahora aquellas fotos en mis manos y en el televisor veo a hombres, mujeres y niños desconocidos llorando ensangrentados junto a un edificio en llamas rodeados de soldados que los miran con la cara de temor y desprecio del que se acerca a lo que desconoce o no se empeña en conocer. Miro las instantáneas y pienso que lo mejor es tirarlas.
5 comentarios
Anónimo -
ya se, ya se, la ñoña soy yo.
Pues seré ñoña pero me gusta como escribes
Ampa
Emilio -
lep -
A ver si nos vemos.
Emilio -
A mi mendas lo que mejor le va es el Rincón del Crápula ya que así aparco el coche al lado de casa. Y la hora, pues sobre las doce, entre aparcar y tal.
Por cierto mi google traslator me decía cosas mu raras.
lep -